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EDITORIAL

Mentiras y deserciones

Como dice Vidal Quadras, "no es normal situar a las tropas más flojillas en el frente más duro de la batalla". Pero Piqué, no es el culpable, sino un beneficiario de esa indudable anomalía.

"Un magnífico acuerdo para Cataluña y para España que abre paso a una España más vertebrada, más cooperativa y más solidaria". "Toda España gana". "El acuerdo se puede escribir con una gran 'C' mayúscula, la 'C' de Constitución, porque es un acuerdo constitucional de la 'A'a la 'Z'".

Así, siguiendo al pie de la letra la máxima nacionalsocialista de que "hay que repetir una mentira, una y otra vez, hasta que parezca verdad", la vicepresidenta Fernández de la Vega ha presentado ante la opinión pública el acuerdo que, con nocturnidad y alevosía, ha alcanzado el gobierno socialista con los nacionalistas de CiU para sacar adelante el maquillado estatuto soberanista catalán.

Si tan magnífico es el acuerdo para España, ¿por qué no se somete a referéndum y al criterio de todos los españoles algo que afecta no sólo a Cataluña, sino como De la Vega dice, a toda España? ¿En qué vertebra a España un liberticida régimen lingüístico que excluye en Cataluña a la lengua común de todos los españoles? ¿En qué vertebra a nuestra nación proclamar que Cataluña es, también, una nación? ¿Por qué proclamar a Cataluña como nación en el articulado del estatuto sería inconstitucional, cuando no lo es –según De la Vega– en el preámbulo? ¿Por qué España va a ser más "cooperativa y solidaria"? ¿Por el hecho de que Cataluña pasará a tener una agencia tributaria propia? ¿Por ser Cataluña la única comunidad que tiene la financiación del Estado garantizada por siete años? ¿Cómo se puede sostener que la mayor financiación en infraestructuras en Cataluña en los próximos años no repercutirá en la financiación del resto de autonomías?

El caso es que, no contenta con esta inversión radical de la realidad del Estatuto, De la Vega ha tenido la desfachatez de decir, respecto del PP, que "nadie les quiere fuera y todos apostamos por que se sumen a la voluntad inmensamente mayoritaria". Pero, ¿cómo se puede tener el cinismo de querer aparentar "voluntad de consenso", una vez cerrado un acuerdo que, por otra parte, ya se fraguó e impulsó con la expresa y deliberada voluntad de dejar al margen al principal partido de la oposición? Sería tanto como pedir al PP que se adhiriese al pacto del Tinell, en el que expresamente los socialistas y los nacionalistas acordaron dejar a este partido al margen de cualquier acuerdo. Eso por no hablar de que el PP representa a casi 10 millones de españoles y de que el rechazo ciudadano al Estatuto soberanista catalán, tal y como reflejan los sondeos, es todavía mucho más amplio.

Claro que en nada ayudan al combate contra las mentiras del gobierno de ZP, las puñaladas por la espalda que, a los principios y al discurso del PP, les ha asestado este lunes Piqué y Vendrell, quienes han mostrado su cercanía al engendro anticonstitucional que sigue siendo el estatuto soberanista tras el acuerdo con CiU.

Tiene razón Vidal Quadras cuando, refiriéndose a estos dos dirigentes del PP catalán, dice que "no es normal situar a las tropas más flojillas en el frente más duro de la batalla". Pero Piqué no es el culpable sino un beneficiario de esa indudable anomalía. Por no hablar de los nacionalistas.

Vidal-Quadras sabe mejor que nosotros –y si no puede darle detalles Mayor Oreja– de qué lado se decantó temporalmente Rajoy en la silenciada reunión de Sigüenza, celebrada en enero del pasado año. De allí salieron favorecidas las tesis de Piqué y Gallardón, en detrimento de Acebes y del propio Mayor Oreja, que ya entonces advirtió que "no había uno sino dos desafíos" –el vasco y el catalán– contra la Constitución y la unidad nacional. Se perdió un tiempo precioso en el que no se dio la batalla, ni en Cataluña ni en el resto de España hasta que Rajoy enmendó, parcialmente, el error. En Cataluña, sin embargo, Piqué ha seguido estando en tierra de nadie, sin mostrar convicción en el discurso que se supone representa el PP. Eso, por no hablar de sus afirmaciones de que Acebes y Zaplana representan "el pasado del partido" o su delirante y contradictoria posición ante el CAC y sus liberticidas propósitos.

Ya dijimos en su día, parafraseando a Napoleón, que "el comandante es el regimiento". Y es Rajoy quien debe ejercer su liderazgo, también en Cataluña, enmendando y no sosteniendo un error que, como el que constituye Piqué, arranca de los tiempos de Aznar. Nada mejor que empezar por hacer relevos al frente del PP catalán y alinearlos con los que siguen dando la batalla de ideas en el País Vasco, como en el resto de España.

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